martes, 16 de febrero de 2010

Reseña de Antonio Granadilla

Quien, como yo, ocasional lector de poesía y profano de esos mundos, se acerque a Maniobras Diversivas, la última obra de Andrés González, le asombrará pronto sentir la distancia que Andrés mantiene con quien lo lee. Frente a otras poesías, aunque desgarradoras, aunque reveladoras de nuestra mecánica emocional y moral, Andrés escoge una escritura que cae sobre los cuerpos, no sobre espejos ni manuales. Maniobras Diversivas da título a un conjunto de poemas que atenta contra la lejanía porque propone al lector jugar a las certidumbres y las dudas cuando el poeta se ofrece una y otra vez; en cada elección, bien o mal, tomada; en cada poema.


De quienes defienden que la conciencia, y no sólo la moral, sea contacto social con uno mismo se hace eco Andrés. Pues ese uno mismo, el hombre que decide cada palabra, contacta con nosotros, tocándonos, revelándose, cuestionándonos en su cuestionamiento. Por eso no ha de extrañar que la obra termine con un poema al hijo, que dedique uno de sus conjuntos a su compañera, que abra el poemario mostrándonos su casa, nuestra casa, o que nos invite al desaliento y a mirarnos las puñaladas.

Más allá, además, la diversión con las palabras, las licencias para jugar y desbrozar los signos, y mostrarnos algunas de nuestras querencias con ellos.

"Me reclaman las luces. Las sombras me reclaman" es la declaración de intenciones con la que cierra su poema sobre el proceso creativo. Si su título es "Banderas" no es difícil adivinar a quien lo lea que esta poesía es, decididamente, el lugar donde caligrafiar lo que, hasta el momento, se es capaz de defender. Estar o no de acuerdo es ya el asunto de quienes se animen a leerlo.

Mensaje electrónico de AB

Hace unos días llegó a mis manos un libro, Maniobras Diversivas, y sacudió sin permiso los rincones más míos. Lo leo una y otra vez, de principio a fin o simplemente lo abro al azar, no me canso de ordenar y desordenar todas las cosas que ha conmovido y movido, que ha despertado en mi mente y mis manos. No sé cómo definir tus poemas, tan llenos de sentimientos y conflictos y risas y recuerdos y remolinos. No sé cómo describirlos, sólo sé que cuando terminé de leerlos, necesité un abrazo. Son una hermosa crónica de la calma y las tormentas de la vida misma. Felicidades y gracias.

jueves, 5 de febrero de 2009

Fotos de la presentación en el Ateneo de Barcelona

Fotos de Carme Esteve
22.09.2008
[Fotos originales en la página web de la ACEC.]


José Ángel Cilleruelo, poeta, crítico, novelista y presentador de acto.

El poeta, posando.


José Ángel Cilleruelo y el autor del libro.


J. Á. Cilleruelo y el autor, involuntariament conjuntados con camisa negra.


































lunes, 26 de enero de 2009

Presentación en el Ateneu de Barcelona

[Procedente del boletín quincenal de la ACEC.]

El Aula dels Escriptors también acogió, el pasado 22 de septiembre, la presentación del libro de poesía Maniobras diversas, obra con la que el escritor Andrés González Castro (L’Hospitalet, 1974) ganó el Premio Nacional de Poesía Fundación Cultural Miguel Hernández para menores de 35 años en 2005. El poemario, presentado por José Ángel Cilleruelo, reúne algunos de los rasgos característicos de la obra de González: la crítica de la sociedad y del tiempo que le toca vivir, el sentido del humor, la ironía, la modernidad y el amor como motor existencial. Iván Sánchez Moreno escribe en el prólogo del libro: "Maniobras diversivas hace referencia a una estratagema para derrotar al enemigo, pero en esta ocasión la batalla es consigo mismo, una lucha –feroz a medias, burlona y mordaz, cruel aunque irónica– de la que uno, inevitablemente, sale rendido, si no vencido, pero satisfecho."

Andrés González Castro tiene publicados tres libros más de poesía en castellano: Currículum vitae (2002); Obra Nueva (2004) y Retablo de Nueva York (2005) y, en catalán Epigrames del Mas d’en Gall (2006).

Fotografías de C. Esteve:

http://www.acec-web.org/quincenal/galeries/24/Maniobras/index.html

sábado, 18 de octubre de 2008

Mensaje de RGP

8/10/2008

Bona nit, Andreu,

Acabo de tancar el teu llibre de poemes per cinquena vegada. Cinc vegades l'he llegit i cinc vegades m'he quedat impresionat per tanta riquessa creativa i tant de sentiment. No soc capaç de definir la teva obra, però sí que et vull dir que si algun dia pugués escriure poesia m'agradaria que fos com aquesta que hi ha dins de les Maniobras diversivas.

Coses com : "No decline tu risa / de cristal transparente / por más que yo me empeñe / brutalmente en quebrarla", o bé, "Todavía desnuda / y ya un pájaro en círculos / amenaza rutina / de nuevo entre tú y yo", tenen més contingut, força lírica i sentiment que tots els llibres que jo pugui escriure mai.

La meva enhorabona. Estic bocabadat.

'Maniobras diversas', Andrés González de Castro

[Escrito original en Páginas del Babel , Ciberanika y Va de versos]

Maniobras diversas
Andrés González Castro
Fundación Cultural Miguel Hernández
1ª edición, 2008
Género: Poesía
70 páginas

Resulta complejo poder decir de qué va este poemario. Basta señalar el título como referencia: Maniobras diversas. El título es una excusa para hablar un poco de todo. Andrés González Castro abre su poemario con una súplica a la poesía misma, pidiéndole que le deje volver a ella si la abandona. A lo largo de las páginas, trata diferentes temas que le interesan: habla de la cultura, del amor, de la soledad; juga con el tiempo, con el espacio...

Antes de adentrarnos en Maniobras diversas, Iván Sánchez Moreno -el prologuista- nos lanza una advertencia: "Este libro es una trampa: hay que sufrir para gozarlo". Mal asunto, pensé cuando leí esta sentencia. Así que prescindí del prólogo y fui directamente al poemario. Que me perdone el autor del artículo, pero soy de los que piensan que uno no debe entrar en un libro con condicionantes.

Leo Maniobras diversas y, cuando acabo, empiezo a reflexionar sobre lo que he leído. Me pregunto cuál es el eje central del poemario y me pierdo al intentar encontrarlo. Andrés González Castro lanza un conjunto de ideas dispares, que poco tienen que ver entre sí. Tan pronto habla de Auschwitz, como del amor, como de la poesía o la cultura. Por esa razón, decía anteriormente que para enteder el poemario, hay que fijarse en el título: si algo hay en el libro es precisamente diversidad.

Lo malo del asunto es que los poemas me han resultado muy flojos. Tanto es así, que incluso a lo largo de la lectura he sentido una profunda sensación de aburrimiento. Son versos bastante sencillos que no esconden sentimientos demasiado profundos: al menos esa es la sensación que he tenido (el autor, obviamente, defenderá lo contrario). El poemario, no obstante, fue premiado en 2005 con el Premio Nacional de Poesía Fundación Cultural Miguel Hernández.

viernes, 26 de septiembre de 2008

Presentación de «Maniobras diversivas», de Andrés González Castro, en el Aula de Escritores de la ACEC el 22 de septiembre


Foto de Carme Esteve


[Enlace al texto original.]
Andrés González Castro nació en 1974, justo antes de que el país —su carregosa poruga ambigua pàtria («cargante asustadiza ambigua patria»)— pusiera un punto y aparte en la historia. Nació en Barcelona. En la era democrática, en Cataluña, se educa en dos lenguas, ¿en cuál se escribirá? La respuesta de la primera generación de la Democracia ya se ha pronunciado: en las dos. Y este mismo curso, González Castro ha publicado un libro como Andrés, el presente Maniobras diversivas, y otro como Andreu, Epigrames del Mas d’en Gall. Es pronto, quizá, para vislumbrar la dimensión de este fenómeno —¿cómo lo juzgará la historia literaria, tan apegada a una lengua?—, pero se intuye cuál puede ser el camino ideal. No parece que el bilingüismo literario se conforme con una actitud indiferente ante la lengua, sino que prefiere la bifurcación poética, en la senda pessoana, en la que un poeta escribe de manera diferente en cada lengua, conforme el peso del sonido, el sentido y la tradición de cada una. Este es, sin duda, el caso de Andrés / Andreu.


Las dos columnas que sostienen la poética de González Castro en castellano, el realismo y la ironía, aparecen ya implícitas en el título, tal como en sus libros precedentes —Currículum Vítae y Obra nueva.


Algunos críticos acusan al realismo social, que se postulaba como liberador de las conciencias oprimidas, de ser a su vez el máximo opresor de la escritura de vanguardia. Tal vez el realismo social entorpeciera la divulgación de las obras de vanguardia, pero no su escritura, que creció cuanto quiso y vislumbró en las tinieblas de la posguerra. Lo que sí cercenó fue la posible existencia de otro realismo que, comprometido con la mirada del sujeto —no la del colectivo— emparentara con el humor, con el juego e incluso con los procedimientos técnicos de la vanguardia. Un realismo que se nutriera del habla, no del lenguaje coloquial —a veces tan opuestos— y que se propusiera una crítica no de las circunstancias, sino de las concepciones. Ese otro realismo, que se puede rastrear en las obras de Joan Brossa o de Lorenzo Gomis, se convierte en reivindicación poética de Andrés González Castro en el conjunto de su obra: «Escribo: / cambio el desorden / de sitio», se leía en Obra nueva.


Dos son los baluartes de este «otro» realismo: la construcción irónica del texto poético —por lo tanto antirrealista— y la crítica de los conceptos que normalmente se dan como obvios por aparecer vinculados a una creencia común. El poeta conjuga estas características en un doble plano, el biográfico y el literario, ambos con acierto, y tal como se señalaba antes de este pequeño excurso, la ironía y la crítica aparecen ya desde la misma formulación del título.«Maniobras diversivas» es un término militar utilizado para señalar las acciones que distraen la atención del enemigo. Si se tiene en cuenta que el libro habla, en cada una de sus cinco secciones, de la poesía, del amor, del desamor, de las frustraciones —propias y colectivas— y de las concepciones íntimas, se comprende inmediatamente el sentido que el poeta le da a la vida como maniobra de distracción frente al gran enemigo; planteamiento que entronca con una tradición barroca del memento mori que late en cada libro de Andrés González Castro con más fuerza. De hecho, para la formulación del gran contrincante recurre a un término de claras raíces existencialistas: la angustia. Leo en el poema «Una mano»:


cuando agitas el aire…
echas fuera de mí a ese mentecato
que se arroja a los cardos de la angustia.


Y en este mismo sentido hay que evocar una «Nana» que hubiera sido muy del gusto de Unamuno, y que acaba de una forma estremecedora:


duerme…
Todavía no vienen a por ti.
He dicho todavía.


El conflicto vertebra el libro. Bien sea como combate abierto cuya consecuencia es la tristeza, bien sea como estrategias para distraerla, cada poema dirime una contienda, que a veces es personal o amorosa, otras social y hasta literaria —el poema «Vicios privados», por ejemplo habla de la inconveniencia de decir lo que uno piensa sobre los hechos culturales: «así que nunca vuelvas a pensar / que ese libro es estúpido / guárdate tu sinceridad / determinados vicios / tan solo se practican en privado».


Así pues, el conflicto, el pleito con la existencia, está presente en las intenciones últimas del libro —la vida concebida como lucha contra la angustia— y en la ideación de cada texto.


La primera sección reúne los poemas metapoéticos, un subgénero muy del gusto de Andrés González Castro; en los primeros versos de libro leemos:


Aunque a veces te olvide,
¿me vas a abrir la puerta?
Aunque a veces te injurie
y me aparte de ti dando un portazo
brutal como una cuchillada
¿me vas a abrir la puerta?


Son poeta y poesía que se pelean ante la existencia del poema. Como se observa en seguida el habla —no la coloquialidad—, sometida a un denso entreverado retórico apenas perceptible, y la ideación realista siguen siendo las fuentes lingüísticas más relevantes en los poemas de este libro, tal como lo había sido de los anteriores; aunque se advierte una novedad: en éste la búsqueda de una intención poética que trascienda ironía y crítica. El poema «Casa del aire», uno de los mejores, es un buen ejemplo de una nueva ambición simbólica entretejida a los elementos extraídos de la realidad. «Casa del aire» es una descripción, desde el tejado hasta la planta baja, de un bloque de pisos que amenaza ruina y que tiene un ligero aire de biografía en clave. En ese edificio donde todo ha quedado a la intemperie ya no prenden ironía y crítica, presentes en la descripción, sino un nuevo valor simbólico de las pérdidas


…Si alguna vea me pierdo en la tristeza
y me notáis ausente
idme a buscar allí….
En las ruinas de todo.


La segunda sección está formada por una pequeña colección de poemas amorosos cuyo título es una yuxtaposición que deja poco lugar a las dudas: «Piel, paraíso». Presenta por lo tanto un litigio, una refriega más sutil. En esa encrucijada de tiempos que siempre es el amor, el poeta busca enfrentar el presente de la relación amorosa a su duración («longitud de latidos prolongándose»). El primer poema, «Claridad» evoca la figura de la persona amada desde la infancia, a través de las fotografías, pero concluye en el tiempo futuro: «con la piedad que nos despertaremos / uno al otro, tras años de estar juntos». El poema «Ejemplo a no seguir» llega un poco más lejos, hasta la mutua finitud: «Cuando no quede nada de nosotros» es su primer verso. Y por ello no parece casual que otro poema cite el último terceto de aquel célebre soneto de Garcilaso que empezaba «En tanto que de rosa y azucena» y la tradición ha convertido en emblema del carpe diem: «Aprovecha el tiempo presente» clamaba desde él el poeta renacentista, pero Andrés González Castro le enmienda un poco el lema y tras sus poemas lanza otro mensaje que parece casi revolucionario en estos tiempos en los que el carpe diem es un tópico, pues sólo parece tener existencia el presente. Los poemas de Maniobras diversivas claman: «Aprovecha el tiempo futuro para el amor»; una expectativa de tiempo que subraya su máximo valor como distracción del gran enemigo en la batalla de la vida.


Las dos secciones siguientes son, en sí mismas, la crónica de las múltiples contiendas del vivir. Sus títulos, «Las puñaladas» e «Invitación al desaliento», son en sí mismos un cántico al optimismo. Acaso la contienda más interesante sea la expuesta en el poema «Así las cosas», un impresionante ajuste de cuentas contra la inautenticidad de las experiencias —«Sin verdadera experiencia del dolor»… «Sin verdadero sentido de la realidad»… «Sin un firme concepto del amor»—, que convierte dolor, realidad y amor en «sombras chinescas en una pared».La última sección, «Recursos propios» reúne, a modo de cajón de mesilla de noche, las concepciones íntimas. El último poema se titula «Xavi» y en él parecen culminar, a la manera barroca, todas las maniobras que la vida ofrece para distraer al enemigo, o tal vez para distraernos del enemigo. En el último verso Andrés escribe: «cenizas de una llama que te amó»No quería acabar este pequeño relato del libro sin recordar que uno de los poemas de esta sección trata de todos vosotros, y como estáis aquí presente, bueno será agradecerle al poeta que haya contado con nosotros. El poema, que hace balance de las posesiones del alma, empieza diciendo: «Cuento con la fortuna» y sigue contando con la mujer, con los amigos con la salud y cierra esta frugal enumeración de riquezas personales hablando de vosotros:


Y aunque también te sepa
al par cercano y díscolo,
lector, cuento contigo.


Andrés, muchas gracias, también tus lectores contamos —encantados y entusiasmados— contigo, con tu lucidez y tu humor tristes, con tu tristeza que acaricia e ilumina, y que tanto se parece a lo que entendemos, en estos momentos de tanto ruido, por auténtica poesía.