24 – V – 2008
Gran poeta: tu libro, galardonado con uno de los premios más prestigiosos, el Miguel Hernández, ha visto la luz.
Luz, sinónimo de poesía, pues esta ilumina la vida y el espíritu de los mortales. Te confieso que, en cuanto llevaba leídas las primeras páginas, quedé deslumbrado –obra vez la luz– por la extraordinaria calidad –ni un solo fallo, ni una carencia, ni un chirrido– en tus poemas y recordé los primeros textos que leí de ti. ¡Qué gran ascenso, qué prodigiosa superación! Estás entrando en el camino de tu plena madurez y no dudo de que, con paso firme y continuo, continuado, te adentrarás en él. Vaticino que pronto estarás en la cima, con otros nombres, de la lírica española actual. Para ello te falta que te publique una editorial con peso en el mundo de la comunicación. Pero no te impacientes, ni fuerces la máquina. Sigue creando tu ritmo y publicando donde puedas. Todo llegará sin ti mismo darte cuenta.
Me hubiera gustado comentarte detalladamente cada poema, mas el excepcional prólogo que ha escrito Iván Sánchez –exacto, profundo, exhaustivo– me lo impide. Pocas veces se lee un prefacio tan completo y de tanta enjundia. Felicítale.
No obstante, como deseo también señalar yo algo en concreto, aporto lo siguiente: de la primera parte, mi predilección es para “Vuelta a casa”; de la segunda (“Piel, paraíso”, acertado título), me ha anonadado la sublime perfección del brevísimo poema “Profesión de fe”; de la tercera, “Único amor”; de la cuarta, “Huida de Auschwitz”, y de la última sección, denominada “Recursos propios”, me quedo con “Parte meteorológico”. Me apresuro a esclarecer que, en realidad, me han entusiasmado todos los poemas, sin una sola excepción, si bien selecciono los antecitados por manifestar algo en particular y que no se reduzca esta carta a las afirmaciones generales de la primera franja. Todos son de mi preferencia.
A partir de ahora, tu nombre estará unido al del grandísimo Miguel Hernández, y no dudo de que su muy noble y muy notable sombra te resultará benéfica.
Un abrazo muy cordial,
José Carol
Gran poeta: tu libro, galardonado con uno de los premios más prestigiosos, el Miguel Hernández, ha visto la luz.
Luz, sinónimo de poesía, pues esta ilumina la vida y el espíritu de los mortales. Te confieso que, en cuanto llevaba leídas las primeras páginas, quedé deslumbrado –obra vez la luz– por la extraordinaria calidad –ni un solo fallo, ni una carencia, ni un chirrido– en tus poemas y recordé los primeros textos que leí de ti. ¡Qué gran ascenso, qué prodigiosa superación! Estás entrando en el camino de tu plena madurez y no dudo de que, con paso firme y continuo, continuado, te adentrarás en él. Vaticino que pronto estarás en la cima, con otros nombres, de la lírica española actual. Para ello te falta que te publique una editorial con peso en el mundo de la comunicación. Pero no te impacientes, ni fuerces la máquina. Sigue creando tu ritmo y publicando donde puedas. Todo llegará sin ti mismo darte cuenta.
Me hubiera gustado comentarte detalladamente cada poema, mas el excepcional prólogo que ha escrito Iván Sánchez –exacto, profundo, exhaustivo– me lo impide. Pocas veces se lee un prefacio tan completo y de tanta enjundia. Felicítale.
No obstante, como deseo también señalar yo algo en concreto, aporto lo siguiente: de la primera parte, mi predilección es para “Vuelta a casa”; de la segunda (“Piel, paraíso”, acertado título), me ha anonadado la sublime perfección del brevísimo poema “Profesión de fe”; de la tercera, “Único amor”; de la cuarta, “Huida de Auschwitz”, y de la última sección, denominada “Recursos propios”, me quedo con “Parte meteorológico”. Me apresuro a esclarecer que, en realidad, me han entusiasmado todos los poemas, sin una sola excepción, si bien selecciono los antecitados por manifestar algo en particular y que no se reduzca esta carta a las afirmaciones generales de la primera franja. Todos son de mi preferencia.
A partir de ahora, tu nombre estará unido al del grandísimo Miguel Hernández, y no dudo de que su muy noble y muy notable sombra te resultará benéfica.
Un abrazo muy cordial,
José Carol
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